Interactividad, divino tesoro

«Al principio todo era oscuridad» Así comienza la Biblia, el libro más famoso del mundo. Todo era oscuridad y todo era silencio, y ya después llegaron los animales, y el hombre y la mujer, según la Creación, según la ciencia, evolucionamos del mono. Pues ya cuando éramos monos nos comunicábamos entre nosotros, existía una interacción, de esa interacción llega la necesidad de mantenerlo en el tiempo y surge la escritura, y de la escritura y la necesidad de información, los periódicos. Tras dejar huella de lo que se escribe en palabras, llega la necesidad de mantenerlo en imágenes y llega la fotografía, y mantener y transmitir la propia voz, y llega la radio. Y si unimos imagen y sonido, la televisión.

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Fuente: http://www.metro.pr

Y tanto mezclar soportes e interactuar e interactuar, Internet. El medio de comunicación definitivo, tan revolucionario como la imprenta en su época o como el descubrimiento del fuego, cuando éramos poco más que monos. Y de la interacción e Internet llegamos al tema principal que hoy nos incumbe, la interactividad. La interactividad entendida en palabras de José Luis Orihuela como «la capacidad de los dispositivos que actualiza o ejecuta el usuario en la medida en que inicia acciones que generan una respuesta por parte del sistema o de otros usuarios», es decir, la interacción entre persona y dispositivo o entre personas mediante un dispositivo.

«Internet facilita la información adecuada, en el momento adecuado, para el propósito adecuado»   Bill Gates.

Si la historia de los medios de comunicación hasta llegar a la interactividad es larga, mi historia, mi experiencia, en esto de la interactividad, que tiene pocos años más que yo, tampoco se queda corta, salvando las distancias.

Al principio todo era oscuridad, todo era silencio… Y ya luego nací, y te sientes aislado, sin poder hablar, y pasaron unos años de los cuales no recuerdo nada, como todo el mundo, y entre tanto empecé a hablar, empecé a interactuar como aquellos primeros evolucionados del mono. Y mientras aprendía a hablar, aprendía a escribir, y a leer, y me relacionaba con la gente en la calle, en el parque con mi abuelo, en la plaza con mis amigos, en el colegio con mis compañeros. Y un día apareció en mi casa un trasto que parecía una televisión, por la pantalla, o una máquina de escribir, por el teclado, como si fuera una videoconsola más con algún que otro juego, nada más, así que seguía prefiriendo la calle. Y de repente a mi vecino le pusieron Internet y se hizo Messenger, y hablaba con otros amigos por ahí, y yo quería lo mismo. Y lo conseguí, mis padres me pusieron Internet, y mis padres me dieron un «móvil viejo», dos palabras que hace escasos 20 años era impensable que fuesen juntas. Y entonces mi vida se repartió en dos siglas: MSN (Messenger del ordenador) y SMS (Mensajes del móvil), y ya estaba conectado, ya vivía la interactividad, ya mandaba SMS suprimiendo vocales, para ahorrar, y me zumbaba a todos mis amigos y amigas (zumbar era enviar zumbidos por MSN, malpensados). Y las cosas avanzaron y apareció Tuenti, que permitía publicar imágenes, observar y comentar las de amigos, y Facebook, que era lo mismo solo que con tus familiares, porque ellos también tenían, y con juegos para tener a tu tía a todas horas pidiendo que le ayudases con su granja. Y YouTube, que se usaba para ver videos de gente cayéndose al suelo de las formas más cómicas o para escuchar música. Y entre tanto las páginas web permiten los comentarios públicos y todo el mundo está ahí para criticar al gobierno por hacer muchas rotondas o por ser una banda de corruptos… Ah no, que eso es muy nuevo y no era noticia en aquella época.

Pero no solo avanzaba el ordenador, también el móvil, y todos tus amigos se compraban móviles que tenían Internet, y tú no podías ser menos, y te haces con uno, y te haces WhatsApp, y pasas de los SMS y los mensajes privados por Tuenti a los mensajes instantáneos, comienza la era de la mensajería instantánea y la era de todos enganchados al móvil, me incluyo, a todas horas. Y ya la interactividad no para y aparecen en tu vida las redes sociales, y llega Twitter para contar tu vida en 140 caracteres y para enterarte de los temas del momento, los Trending Topic, y las etiquetas ya no son etiquetas, son hashtags, y se suma Instagram, para mostrarla en fotos y vídeos. Pero todo avance supone un cambio, se cambia la cantidad, se dejan de lado las subidas múltiples de Tuenti, por la calidad, las fotos día a día en Instagram, para no saturar a tus seguidores o followers. Y seguimos avanzando y llegamos a la actualidad con Snapchat y Periscope, para contar tu vida en directo, en streaming. Y si ya Piqué la liaba en Twitter, le das Periscope y te arma la mundial. (Piqué en Periscope)

Y aquí encontramos el problema de tanta interactividad. Cualquiera, en cualquier momento, en cualquier parte del mundo, puede enterarse de lo que pasa en la otra punta, pero esa facilidad puede ser positiva, pero también muy negativa si el informante no es la persona correcta. Y hay tanta información, tanta saturación de textos, imágenes, audios y vídeos, que acabas desinformado, como decía Armand Mattelart. Y pasa lo que pasa, y «lo que pasa es que no sabemos lo que pasa» como dijo hace casi un siglo José Ortega y Gasset. Y acabas más perdido que Belén Esteban en una biblioteca.

Fuente: http://www.socialmediaempresa.com

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